Las gafas de la sorpresa y la ilusión: descubre el mundo desde una óptica diferente

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Escrito por Manuel Rego

Hace unos días, en las pasadas navidades, compartía mesa con un buen amigo y cuando llevábamos varios vinos me dijo algo que provocó mi atención: “lo que más me preocupa de hacerme mayor es que mi nivel de sorpresa ante las cosas ya no es el mismo que cuando era más joven”. Al mismo tiempo que entendía su preocupación, entreveía en sus palabras una cierta falta de ilusión y creo que cierta infelicidad. Esta afirmación me transmitió un cierto desasosiego por mi amigo ya que le tengo aprecio y le considero muy buen elemento. A continuación, quizás por deformación profesional, le pregunté si recordaba la ultima vez que se había sorprendido por algo y sobre sus ilusiones actuales. No recordaba. Actualmente no estaba muy ilusionado, quizás pensaba en su próximas vacaciones en la nieve, en sus próximos viajes…

A nivel personal, mi amigo está soltero y sin un compromiso claro a la vista. Es un excelente directivo de una importante empresa. Su nivel de control sobre sus asuntos personales y sobre su trabajo es muy alto. A continuación le pregunté: ¿cómo crees que podrías desarrollar tu capacidad de sorpresa? “Haciendo más cosas, viajando más, conociendo más gente”, me dijo. Sí claro, pero tu ya viajas, ya conoces nuevos sitios, viajas constantemente, conoces nuevas personas… ¿por qué no te sorprendes?, ¿por qué no te ilusionas?, le insistí.

Desde hace años, que empecé a trabajar en la motivación de las personas, cada vez tengo más claro que la motivación que realmente ilusiona es la que viene de dentro a afuera. Es decir, lo fácil no funciona. Comprar viajes, comprar un coche nuevo, cambiar de pareja… son actividades de motivación muy efímera. En si mismas y a medio largo plazo no nos van a aportar ilusión.

Cambiar de gafas

Pensando en esto, le pregunté a mi amigo si intentaba ver o interpretar sus experiencias desde otra perspectiva. Le pregunté si cambiaba las gafas, o mejor dicho los cristales de sus gafas. Le planteé que quizás esta era la única forma de cambiar su apreciación y por tanto de sorprenderse. Se quedó callado y al cabo de un instante me dijo que creía que comprendía lo que le estaba intentando mostrar y que algo dentro de él se estaba removiendo, que le gustaría reflexionar sobre esto más detenidamente.

La capacidad de sorprendernos no es gratis, ni se compra. Es necesario proponérselo y para ello es importante que decidamos salir de vez en cuando de nuestra zona de confort, de nuestro papel. Debemos explorar nuestros limites y salir.

Debemos experimentar con nuestros miedos y nuestras creencias. Esto es trabajar nuestra motivación desde dentro. Desde dentro hacia fuera. Es apasionante. De verdad. Empiezas a darte cuenta de que sí, que es cierto, que existen universos paralelos, y empiezas a sorprenderte de nuevo. Empiezas a ilusionarte. De repente, tu mundo cobra otros significados. Tu mundo cobra otra dimensión y aparecen muchas más cosas por las que nos apetece vivir, y vivir, y vivir. Nos ilusionamos con nosotros y nuestra vida. Y viajamos, ¡pues claro!, pero de modo distinto, e igual veremos otras realidades muy distintas. Y cambiaremos el coche, ¡pues también!, para viajar hacia otros lugares o sentir otras sensaciones, distintas también, probablemente.

Al final empezaremos a sorprendernos con lo que somos capaces y con lo que queremos y al mismo tiempo empezaremos a tener mayor ilusión por hacer y por descubrir.

Por tanto, la ilusión no es cuestión de edad, sino de gafas. Cambiémoslas de vez en cuando y veremos como nos soprendemos.